miércoles, 12 de octubre de 2011

Porque 2 años es muy poco tiempo.




Ella pasea por allí sin prisa pero sin pausa. No tiene nada de miedo ya que conoce el lugar casi como la palma de su mano pues suele frecuentarlo todas las noches.
Aquella noche había un poco más de oscuridad pero a ella no le importó. Total- piensa- sé donde tengo que ir.
Baja a la primera planta y se encuentra el ya conocido sofá, esta noche estaba vacío cosa que le extrañó un poco. Qué raro, llevaba mucho tiempo sin faltar – reflexiona. Se sienta en él y lo nota cómodo, caliente demasiado caliente para su gusto y se levanta enseguida. En el mismo momento recuerda que aún no tiene permiso para sentarse allí asique prosigue su búsqueda.
Escucha un ruido extraño pero tampoco le importa ya que en ese lugar siempre hay ruidos extraños de procedencia desconocida.
Sube a la primera planta y va a su habitación preferida “la habitación guay” como ella la llama. Allí se encuentra todo tal y como estaba por lo que decide ponerse a colocar las piezas…a ver si esta noche encaja alguna.
Ella estaba trabajando afanosamente cuando de repente escucha otro ruido muchísimo más fuerte que llega a asustarla. Sale de esa habitación corriendo y se da cuenta de que el lugar tiembla. Se asusta como nunca se había asustado en ese lugar y decide salir corriendo de allí, pero no le da tiempo. En cuestión de segundos las dos últimas plantas de su refugio se derrumban  y ella queda atrapada por una pila enorme de pesados cascotes. Todo se queda oscuro, muy oscuro y cuando despierta de su inconsciencia se da cuenta de que tiene las piernas inmovilizadas bajo esos grandes cascotes y muchísimas heridas producidas por los escombros y los trozos de espejo que yacen a su lado. Presa de la desesperación pide ayuda a gritos, no se acordaba de que esa noche está sola, nadie puede ayudarla.
Tiene miedo, sabe que ella sola no va a poder quitar los cascotes ya que no puede moverse, pero no sabe si alguien podrá ir ayudarla la siguiente noche, ni tampoco que pasará a partir de ahora sin poder mirarse en su espejo ni poder entrar en su refugio.

Despierta sudorosa y temblando en su cama, se pone a llorar como nunca antes lo había hecho. Por esa noche todo ha terminado.