jueves, 25 de febrero de 2010

Ambos...

Suena el teléfono. Ella mira la pantalla y ve que es él. Lo coge con una mueca y él la invita a un té. Ella acepta pese a que habían estado juntos esa misma mañana en clase. Pero eso es totalmente distinto. Fuera de aquel recinto no existe aquella relación que tienen dentro.

Después de las clases se quedaban hablando y descubrieron que tenían muchas más cosas en común de lo que parecía a pesar de su diferencia de edad y conocimientos y entablaron una bonita amistad. De vez en cuando se llamaban, siempre claro, fuera del horario escolar, y al final acababan tomando algo un par de veces por semana. Hablaban de muchas cosas, pero nunca, nunca de lo que acontecía dentro de las paredes del instituto, eso era caso aparte como tampoco hablaban de lo que ocurría fuera cuando estaban en clase, es más, ni se miraban en esos momentos. Era la primera regla que tenían y los dos la acataban pues sabían distinguir perfectamente los dos tipos de relación que tenían: educación y amistad.

Mientras ella entra en la cafetería, donde él ya la esperaba fumando su pipa, con su chaqueta preferida y unos libros bajo el brazo, piensa que pasará cuando el curso acabe, cuando ya no sean profesor y alumna, cuando él deje de enseñarle en esas interminables mañanas de invierno. ¿Continuará con la “otra” relación que mantiene con ella? Ella quiere seguir disfrutando de los cafés, las risas y las palabras que se dedican ambos en aquella vieja cafetería del centro por mucho que llegue el verano. Pero eso depende de él. Depende de su capacidad de distinguir los dos tipos de relaciones que tiene con ella y de su capacidad de decisión.

Se sientan y piden sus bebidas favoritas. Él esconde los libros debajo de su abrigo pues tratan sobre lo que acontece en las clases y eso, ahora, no es asunto de ella.

Dan el primer sorbo de té y comienzan la velada

domingo, 21 de febrero de 2010

Descansar...

-No, Ray. Es hora de sentarse. -El terror embargó a Garraty.
-¡No! ¡Aún no!
McVries le contempló un instante, volvió a sonreír y movió la cabeza en gesto de negativa. Se sentó con las piernas cruzadas sobre el asfalto. Parecía un fraile apartado del mundo. La cicatriz de su mejilla era como una raya blanca bajo la luz lluviosa.
-¡No! -gritó Garraty.
Intentó forzarle a levantarse, pero, pese a su delgadez, McVries le resultó demasiado pesado. McVries ni siquiera le miró; tenía los ojos cerrados. De pronto, dos soldados arrastraron a Garraty lejos de McVries. Les vio colocar las armas junto a la cabeza de éste.
-¡No! -volvió a gritar-. ¡A mí! ¡Disparadme a mí!
No lo hicieron; en cambio, recibió el tercer aviso.
McVries abrió los ojos y sonrió de nuevo. Al instante siguiente, todo había terminado.
Garraty continuó caminando, ahora sin saber lo que hacía. Contempló con ojos vacíos a Stebbins, y éste le devolvió la mirada con expresión de curiosidad. Garraty estaba lleno de una extraña sensación de vacío.

S.K.



Cuando tu cuerpo se cansa puedes perderte en la comodidad del sofá de tu casa, en la calidez de tu cama, o incluso si estás muy cansado puedes sentarte en el asfalto como hizo McBries. Pero, ¿qué pasa cuando es tu alma la que está cansada?, sentarte en el sofá, meterte en la cama no sirve. ¿Cómo descansas tu alma? Siento no poder responder a esa pregunta. Las almas se cansan, se desgarran de pleno cansancio, se queman en el centro del ser. Necesitas darle un respiro pero no sabes cómo y te pierdes en la más injusta de las oscuridades. Lo único que sé es que si te paras para descansar tu alma no volverás al camino nunca más pues como le pasó a nuestro amigo McBries todo habrá terminado.

La mía está cansada. Cansada de fingir que todo está bien, que ella misma está bien cuando no es cierto. Cansada de tener que esconderse dentro de mi cuerpo a llorar día tras día, noche tras noche. Cansada de esta oscuridad que se cierne sobre ella. Cansada de no ver la luz al final de la carretera…

¿Será hora de sentarse en el asfalto a descansar?

sábado, 20 de febrero de 2010

El fin.

Todo se termina. Desde la vida del insecto más insignificante de la tierra que dura solamente unas horas, hasta la vida de estrella más lejana que lleva brillando decenas de miles de años. Y ahí reside la belleza de las cosas: en su fin. Si todo fuera eterno nos acabaríamos cansando de hacer siempre lo mismo, de vivir siempre lo mismo, pero no: todo, absolutamente todo, tiene un fin. Hasta lo que es más valioso para cada uno de nosotros: nuestra vida. Si. Nuestra ida también tiene un final, y solamente ese final será placentero para nosotros si conseguimos cumplir, realizar lo que hasta ahora son sueños, y lo más importante que es descubrir nuestras propias verdades. Nadar hasta lo más profundo de nuestro ser para poder darnos respuesta a nuestras propias preguntas esas que nadie nunca podrá responder por nosotros.

Por todo ello, la vida, por muchos golpes que te dé, la vida es lo más bello que tendrás jamás.

jueves, 18 de febrero de 2010

Mendigando.

Los mendigos son esas personas que se pasean por las calles de la ciudad o se sientan a la puerta de algún establecimiento a pedir unas monedas para comer. Las primeras veces que los ves te sorprendes e incluso avergüenzas de no darle nada. Luego ya aprendes a mirarlos con una fría indiferencia que incluso a mi me sigue resultando extraña. Pero, ¿realmente lo hacen porque lo necesitan? Reflexionando sobre ello llegué a la conclusión de que yo si lo haría si lo necesitara realmente. Si no tuviera que llevarme a la boca y no tuviera a nadie, mendigaría para poder sobrevivir. Y me di cuenta de que todos mendigamos alguna vez. No mendigamos comida, ni una taza de café caliente, ni nos sentamos con la cara sucia a la puerta de un hipermercado. Nosotros mendigamos sentimientos, acciones. Necesitamos recibir una serie de sentimientos de las personas que están a nuestro alrededor, necesitamos cariño, afecto, una sonrisa. Y las pedimos. No nos ponemos con la mano boca arriba para que nos lo den. Solamente esperamos, deseamos que la persona que está a nuestro lado se dé cuenta de lo que necesitas y te lo dé. Si lo hacen eres feliz, aunque sea un atisbo pasajero de felicidad como el mendigo que recibe una moneda y sabe que con esa moneda esta noche comerá algo, pero no sabe si mañana ocurrirá lo mismo. Si no lo hacen te sumes en la más honda de las desesperaciones porque sabes que lo necesitas para vivir.

Algunos mendigos piden unas monedas para tener algo que llevarse a la boca.
Yo mendigo abrazos para alimentar mi alma.

martes, 16 de febrero de 2010

La prueba de la muñeca

Erase otra vez nuestra muñeca. Después de unos meses de vagar por los oscuros rincones de su mente y su refugio. Después de verse en un pozo sin fondo, completamente olvidada e inmensamente sola, tomó una decisión: se vincularía solo a una niña mas. –Como prueba- se dijo- para ver si todas son iguales.
No quiso precipitarse y buscó a la niña con cuidado, observándola muy bien. Y la encontró: encontró a una niña que se preocupaba de sus amiguitas. En el colegio lo compartía todo, en el parque siempre jugaba a los juegos que querían las demás aunque ella daba su opinión sobre las reglas que se imponían. –Esa. Esa es la niña que me dará la luz- se dijo la muñeca. As que, simplemente, dejó que la niña la viera. Y la vio. A la niña le encantó encontrarse con la muñeca entre unos arbustos del parque donde siempre jugaba y se la llevó a su casa. La lavó con mimo y cuidado, la remendó y le cosió uno de los botones de su chaqueta. La muñeca se empezó a sentir a gusto con la niña y la niña con la muñeca.
La niña lo compartía todo con la muñeca: risas, lágrimas, lecciones... como con la primera niña. Pero la muñeca tenía sus reservas y cada día se recordaba que solo era una prueba.
Y así pasaron los meses y llegó la Navidad. La niña recibió como regalo una muñeca nueva, con vestidos de colores, sin remendar y con una bonita sonrisa. A la niña le encantó su regalo y sin ninguna razón dejó a su vieja muñeca de nuevo en la cama, como la primera niña, pero esta vez la muñeca no se había vinculado demasiado a la niña. No dolía estar en la cama, no había lágrimas, no había ningún tipo de emoción. Sin esperar muchos días, la muñeca escapó de la casa de la niña.
Con esa pequeña prueba descubrió que todas las niñas son así. Se encariñan de una muñeca le dan todo pero en cuanto aparece en su vida otra muñeca mejor, más cara y más bonita dejan en el olvido a la primera no recuerdan los buenos momentos que han pasado juntas y ni si quiera la echan de menos.
La muñeca continuó su camino, ella sola, con la cabeza muy alta, ya sin sentir dolor por las pérdidas, sin sentir emoción por si alguna niña se le cruza en su camino porque sabe que nunca se volverá a vincular a ninguna niña, sabe que después de todo lo sufrido nunca volverá a sentir emoción alguna. La muñeca, simplemente, fue una muñeca de trapo.

La muñeca de trapo

Érase una vez una muñeca que estaba en una juguetería. La muñeca era feliz allí con otros juguetes, por la noche cuando la juguetería estaba vacía y a oscuras, ella y los otros muñecos salían de paseo a visitar a los otros juguetes y se divertían así.
Pero un día una niña vio la muñeca en el escaparate de la juguetería y, después de mucho insistir, su madre se la compró. La muñeca sintió muchas cosas ya que se iba a separar de sus amigos y eso le daba mucha pena, también sintió miedo porque no sabía donde iba a ir y tampoco sabía si la niña que ahora era su dueña la iba a tratar bien, aunque sintió alegría porque iba a conocer muchas cosas nuevas.
Y así fue. La niña le enseño a la muñeca muchas cosas: el parque, el colegio… pero no solo cosas materiales, también le enseñó lo que realmente era la amistad junto con otros maravillosos sentimientos. La niña era feliz con la muñeca y la muñeca era feliz con la niña. Ambas se complementaban muy bien y la una aprendía algo nuevo de la otra siempre que había ocasión.
Pasaron los años y la niña creció. Ya no quería llevar la muñeca siempre con ella pues le daba vergüenza que sus otras amigas la vieran con ella en brazos. La dejaba tirada en la cama día tras día, mes tras mes. La muñeca se ponía más triste con cada luna que pasaba y solamente se alimentaba de recuerdos. Recuerdos de aquellos momentos felices con la que había sido su mejor amiga: la niña, mientras ésta seguía creciendo y haciéndose una mujer.
Un día, cansada de verla de un lado para otro, la madre de la niña regaló la muñeca a otra chiquilla. La pequeña se puso muy contenta pues había encontrado a una nueva compañera de juegos y fantasías pero la muñeca no. Sabía que en unos años cuando la chiquilla no fuera tan niña la dejaría de nuevo tirada en la cama como había pasado anteriormente, asique en cuanto pudo, la muñeca escapó. Decidió irse ella sola, lejos, sin que nadie la acompañara sin vincularse a nadie ya que sabía que siempre acabaría así: sola. Estaba condenada al olvido.
De la muñeca nunca se supo más, y la niña que la compró en un principio, nunca se preocupó de saber que había sido de la muñeca, aquella compañera de juegos, ilusiones y lecciones que había estado durante los años más bonitos de su vida siempre a su lado.

Presentación

Después de mucho pensarlo he decidido crear un blog, el del tuenti se me quedaba pequeño y la verdad es q está muy abandonado...

Por aqui iré poniendo lo que se me pase por la cabeza, además de cualquier otra cosa q me ocurra y sea necesario contarla. Contaré mis sentimientos, sensaciones respecto a muchas cosas...bueno ya lo ireis viendo.

El titulo del blog...pues tampoco se, estaba escuchando música y vino así, aunque define muy bien lo que pasa ultimamente por mi corazón.

Disfrutadlo.

Cristina