domingo, 27 de febrero de 2011

=)

Porque las cosas más simples son las que más me hacen sonreir en momentos como este.




domingo, 13 de febrero de 2011

Nosotros.

Y allí estábamos. Totalmente encogidos como si estuviéramos en una lata de sardinas… no había espacio para más. ¿Lo recuerdas? Aún tengo en las piernas las marcas que se me quedaron de lo apretados que estábamos. Pero en ese momento daba igual. En ese momento no había ni hormigueo de piernas ni dolores. En ese momento sólo estábamos nosotros. Nosotros y… ellas. Con los nervios de la primera vez las cosas no salieron exactamente como queríamos pero eso también daba igual.

Y el juego comenzó. Surgieron tus risas y mis caras de incredulidad. Tú, yo y aquel del que desconocemos su nombre. Poco a poco fue apareciendo la verdad. Aquella verdad que a veces duele y otras veces me hace sentir repulsión. Pero aunque la verdad estaba ahí no paramos el juego y continuamos sin miedo.

Y al final… ahí estaba. En la palma de nuestra mano. Dispuesta a dejarse acariciar y domar como un cachorrillo recién destetado. Dispuesta a dejarse poner una correa para que la saquemos a pasear. Dispuesta a…

Y seremos nosotros y sólo nosotros los que decidamos su destino.

domingo, 6 de febrero de 2011

El cajón desastre

Una vez más vuelves a abrirlo.

Sabes que está ahí, sabes que si lo abres dolerá pero tú, irremediablemente, tienes que abrirlo. A veces pienso que te gusta, que disfrutas cuando te hacen daño, que te gusta llorar por batallas perdidas.

Y lo abres. Y al principio sonríes. Lo que encuentras allí te traslada a otra época de tu vida, aquella en la que eras feliz. Te olvidas del día en el que vives y viajas a aquel día en el que todo era felicidad. Y disfrutas. Disfrutas recordando aquellos momentos, aquellos juegos, aquellas cartas… Mientras el cajón esté abierto nada puede hacerte daño.

Pero el cajón no puede estar abierto siempre. Tienes que cerrarlo para volver a tu vida, a tu presente. Cuando lo cierras se te desgarra el corazón y te das cuenta de lo infeliz que eres. Te das cuenta de las veces que has luchado por cosas por las que aun no sabes si merece la pena luchar. Te das cuenta de todo lo que has dejado atrás. Aquellas sonrisas, aquel sol, aquel césped… te das cuenta de lo “mayor” que eres y de lo alejada y sola que te encuentras. Te das cuenta de que el mundo ya no es lo que era. Te das cuenta de que no puedes parar y rebobinar el tiempo hasta aquella época, en la que te levantabas con una sonrisa todos los días.

Cierras el cajón y una lágrima resbala por tu mejilla.

Cierras el cajón con la esperanza de olvidarlo y no volver a abrirlo jamás.