domingo, 26 de septiembre de 2010

Subiendo colinas.

Él imaginó cómo sería yacer en un silencio similar al de la mayor y más polvorienta biblioteca, rendido a sueños interminables y absurdos tras unos párpados sellados, eternamente vestido con el traje de los domingos. Ninguna preocupación sobre dinero, éxito, temor, alegría, dolor, lástima, sexo o amor. Absolutamente ninguna. Sin padre, madre, novia o amante. Los muertos son huérfanos. Sin más compañía que el silencio. El final de la agonía de moverse, de la larga pesadilla de seguir carretera adelante. El cuerpo en paz, quietud y orden. La oscuridad perfecta de la muerte.

¿Cómo sería? ¿Cómo sería el fin?

De pronto, sus irritados y agonizantes músculos, el sudor que le caía por el rostro e incluso el mismo dolor le parecieron muy concretos, muy reales. Él se esforzó, luchó por llegar a la cima de la colina y luego descendió la ladera contraria resollando mientras se recuperaba.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Zapatillas

Se sacudió una de las zapatillas, que salió volando y fue a dar casi en la primera línea de espectadores, donde quedó en el suelo como un cachorrillo lisiado. Las manos de la multitud se lanzaron sobre ella ávidamente. Una la rozó, otra se la llevó, y se produjo una pugna apretada y violenta por apropiársela. La otra zapatilla no quería salírsele; el pie se había hinchado tanto que lo impedía. Se arrodilló, recibió un aviso, la desató y se la quitó. Pensó en lanzarla a la multitud, pero decidió dejarla en medio de la calzada. De pronto le invadió una oleada de desesperación mientras pensaba: Me he quedado sin zapatillas. Me he quedado descalzo.

Bajo sus pies, el asfalto estaba frío. Los restos deshilachados de sus calcetines quedaron pronto empapados. Sus pies tenían un aspecto deforme e irreconocible.
Notó que la desesperación se convertía en lástima por sus pies.

jueves, 23 de septiembre de 2010

El balcón

Te despiertas poco a poco como cada mañana. Pasas de ese placentero sueño a la maravillosa sensación de la duermevela. Te desperezas y decides levantarte para ir al lugar preferido de la casa: el balcón.

Abres la ventana y sales. El fresco viento te da en la cara. Sonríes. Das un par de pasos inseguros y te apoyas en la barandilla. ¡Oh! Lo que ves desde allí es maravilloso e inquietante.

Al fondo las montañas. El misterioso lugar de donde procede el viento y el sol que te dan en la cara cada mañana. El lugar donde puedes ser libre. Sueñas con tu libertad. Con ver tu balcón sentada en el suave césped de esas montañas.

Y en primer plano tu ciudad. Gente caminando presurosa por las calles. Llevando como pueden sus mediocres vidas. Casa, trabajo, gimnasio y casa. De A a B y los fines de semana a C. Te acomodas con aburrimiento en la barandilla. En el fondo son como hormiguitas y hace lo que la sociedad les ha impuesto. Gente pequeña pero satisfecha con su vida. Al fin y al cabo no conocen otra cosa.

Y en el balcón tú. La reina de todos. Una reina de corazones que no tiene trono. Observando como las hormiguitas hacen su trabajo desde tu pequeño mirador. Observando como su vida es tan distinta a la tuya. Observando desde la calma y la tranquilidad de tu balcón.

martes, 21 de septiembre de 2010

La verdad, al fin. Tumbado boca abajo, con la cara sobre la polvorienta alfombra del despacho donde una vez creyó estar aprendiendo los secretos de la victoria, él comprendió que no iba a sobrevivir. Su misión era entregarse con serenidad a los acogedores brazos de la muerte.

El corazón le latía con violencia. Pensó que precisamente el miedo a la muerte lo hacía bombear con mayor vigor para mantenerlo con vida, pero se pararía, y pronto. Sus latidos estaban contados…

Tendido en el suelo, con ese fúnebre tambor golpeando en su interior sintió que lo invadía el pánico. ¿Dolería morir? Más de una vez había creído que llegaba su hora, aunque en el último momento se había salvado; pero nunca se había detenido a pensar de verdad el hecho en sí, porque sus ganas de vivir siempre habían superado su miedo a la muerte. Sin embargo, en ese momento ni siquiera se planteó escapar; sabía que todo había terminado, y la única verdad que quedaba era el hecho en si.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Y si...?

Esta conexión entre él y yo… ¿Y si está ocurriendo porque yo me estoy volviendo como él? ¡Mírame! Estoy de mal humor siempre. ¿Y si después de lo mal que lo he pasado algo no funciona bien en mi interior? ¿Y si me estoy volviendo malvada?

Pequeña, has de saber que el mundo no se divide sólo entre buenos y malos. Todos tenemos luz y oscuridad en el interior, lo que importa es que parte elegimos potenciar. Eso es lo que realmente somos.

domingo, 19 de septiembre de 2010




Yo no espero más de ti, tu de mi no esperes "nah"



Al final aprendí yo solita... =)

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Vidas

Y quizá penséis que vuestra vida es la más maravillosa de todas. Tenéis todo lo que queréis, una bonita casa, el mejor trabajo del mundo, la mejor persona a vuestro lado, viajes, coches, un gran plasma esperando en vuestro salón, el mejor iPod del mercado…

He de deciros que estáis terriblemente equivocados. Si pensáis que teniendo todo aquello seréis felices os engañáis a vosotros mismos. De puertas para afuera estaréis bien y en comunión con el mundo. Pero por dentro estáis vacios. Un vacio tan grande que nada si no sólo vosotros mismos podéis llenar. No sabéis volar por muchos viajes que hayáis hecho. No sabéis llenar ese vacío con vuestro espíritu pues estáis acomodados a tenerlo todo sin ningún esfuerzo. No sabéis sentir, no sabéis cerrar los ojos y volar a vuestro mundo pues estáis aferrados a este sólo porque para vosotros es lo mejor (la gran cantidad de euros que tenéis en vuestra cuenta corriente, o el coche que tenéis en vuestro garaje).

Quedaos en vuestro maravilloso “mundo”. Yo me voy al mío en el que sólo es importante llenar el vacío que vosotros seréis incapaces de llenar jamás.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Pequeñas cosas que te hacen sonreir

Muchas veces no puedes esperar grandes cosas de las personas que comparten contigo el día a día, bien porque muchas de ellas no pueden “dar más”, bien porque no quieren hacerlo o no lo ven necesario. Lo que sí puedes es esperar pequeñas cosas que salen por sí solas de de las personas: una bonita palabra, una mirada, un mensajito en el móvil, un comentario en el blog… esas son las pequeñas cosas que deben hacerte sonreír, las que, juntándolas todas, hacen que seas un poquito más feliz.

No espero grandes cosas de las personas pues terminarán haciendo que me decepcione y me aleje de ellas aunque no quiera. Lo que si espero son esas pequeñas cosas que me hacen sonreír.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Cuentos

Hoy quiero que me cuentes un cuento. Esta noche quiero tener dulces sueños… aunque sea por una sola noche. Quiero que me cuentes aquel cuento que me contabas en esas noches frías, cuando yo me metía en la cama y me arropabas con mucho cariño. Cuéntame ese cuento, el de la princesa que encuentra a su príncipe azul, pero cuéntame solo el final que la parte triste ya me la sé.

jueves, 2 de septiembre de 2010

...

Eres como un yoyó. Arriba, abajo y de nuevo arriba. Cuando tiran de ti y estás arriba te sientes pletórico, te sientes grande, sientes que te puedes comer el mundo mirándolo a los ojos y disfrutas con ello, disfrutas de tu grandiosidad, de las cosas que eres capaz de hacer, y lo que más deseas es que dure para siempre, que nunca se acabe aunque en un rinconcito de tu mente sabes que las cosas que suben tienen que bajar pero en esos momentos no te das cuenta pues estás demasiado eufórico disfrutando todo lo que hay ahí arriba.

En unos segundos bajas. La caída es tan rápida que no la sientes. Cuando te das cuenta ya estás abajo y te sientes muy muy pequeño. Sientes que es el mundo quien te va a comer a ti y ni siquiera te atreves a mirarlo a los ojos porque tienes miedo de estar ahí abajo. No ves ninguna luz, todo está muy oscuro y quieres que vuelvan a tirar de ti para volver a estar ahí arriba.

Pero, ¿qué pasa cuando nadie maneja el yoyó? Tienes que subir por tus propios medios, luchar contra la gravedad, contra la oscuridad. Luchar es duro, la gravedad es más fuerte que tu y cuando tienes unos centímetros ganados vuelves a caer. Tiemblas de miedo pues no sabes si vas a volver a ver lo que hay arriba y piensas si no habría sido mejor estar siempre abajo, no haber subido nunca, no haber conocido nunca lo que se siente estando arriba.

Después de todo, no sabes si tienes fuerzas para volver a intentarlo una vez más.