jueves, 25 de marzo de 2010

Largas tardes de primavera.

Allí, sentadas ante aquella mesa pasaban las largas tardes de primavera. Solamente se escuchaba el rasgar de sus plumas sobre aquellos manoseados y amarillentos papeles.

Allí, sentadas ante aquella mesa reían. Reían por cualquier cosa, por una simple mirada, por un pequeño acto. Así pasaban las largas tardes de primavera.

Allí, sentadas ante aquella mesa sufrían. Sufrían por el rápido paso del tiempo. Por aquel día en el que darían el fruto de aquellas largas tardes de primavera.

Allí, sentadas ante aquella mesa se sucedían pequeños retazos de felicidad.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Lo que todo el mundo piensa pero nadie se atreve a decir.

Lo que todo el mundo piensa pero nadie se atreve a decir.

Las personas somos capaces de establecer juicios de valor de las otras personas que están a nuestro alrededor. Todos valoramos y clasificamos a las personas en unos grupos que nosotros creamos a nuestro antojo.

Ciertas personas son inclasificables, no podemos incluirlas en ninguno de los grupos. Entonces empezamos a hablar entre nosotros de esas personas y, entre todos, establecemos un nuevo grupo donde incluirlas, fabricamos una nueva caja para meterlas ahí.

Todos pensamos lo mismo sobre ellas, pero ninguno de nosotros somos capaces, ninguno de nosotros tenemos el valor de decirle a las personas de esa caja lo que pensamos de ellas.
¿Por qué no lo hacemos?¿ Cobardía quizá? O ¿para no dañar su fragilidad?

Y allí están ellos, siendo felices en su ignorancia y nosotros, pobres infelices de nosotros, mordiéndonos la lengua cada vez que ellos salen de la caja.

martes, 23 de marzo de 2010

Luna y sol

Te extraño cuando llega la noche pero te odio de día.

Cuando es la luna la que domina el firmamento y ella se mete en su cama, desea desesperadamente tenerte a su lado. Siente que no puede pasar un segundo más así y llora hasta que se queda dormida o el sol sale por las colinas.
Cuando el sol está en los alto, dándole calor siente que ya no necesita el tuyo y te aborrece con todo su ser. Cura sus heridas y remenda sus ropas. Es otra mujer distinta, única y mucho más fuerte…

Hasta el atardecer.

sábado, 13 de marzo de 2010

Blancas y negras.

Las piezas están sobre el tablero. La partida ha comenzado.

Primero salen los peones, pequeñas piezas de ningún valor, entrenados para eso, para sacrificarse por ti mientras tu esperas tu turno. Caen uno a uno, sin ningún dolor, muriendo por ti sin saber tus razones para llevarlos a ese matadero, pero a ti no te importa porque solamente son meros peones.

Después atacan las torres: grandes fortalezas construidas con tus propias manos para ello, para aguantar el tirón mientras tú te guareces detrás de ellas. Son destruidas de un solo golpe sin ninguna piedad y decides sacar el séptimo de caballería.

Tus 2 caballos. Domados para que tú cabalgues sobre ellos y dispuestos a sucumbir por ti si es necesario, a sacrificarse por su señor. Caen bajo las lanzas de los peones negros aunque se los llevan a todos de calle con sus pezuñas, pero a ti no te importuna. Eran simples caballos.

Los siguientes son los alfiles. Tus fieles compañeros, aquellos a los que llamabas amigos pero que también vas a sacrificar pues en este juego todo sacrificio es poco para que consigas ganar que al final es lo único que importa. Salen a luchar por ti, a morir por ti, y lo hacen sin compasión ninguna por parte de los alfiles negros. Ellos se sentirán orgullosos pues han dado la vida por su compañero de batallas, por su “rey”.

A tu lado tu reina. La diosa de tus sueños, tu compañera y confidente, la persona a la que le has contado todos tus secretos, con la que has compartido parte de tu vida, la que te ha hecho llorar, reír y sentir. Ya solo queda ella pero también vas a sacrificarla pues solo es una pieza más del tablero. Ella tiene el poder de moverse por todo el campo de juego y es capaz de acabar incluso con la otra reina aunque juegan de igual a igual, pero tu capacidad mental la ayuda a ello, a sacrificarse por ti. Y lo hace con la idea de que cuando la partida acabe, cuando ganes, llorarás su muerte mas tú sabes que no lo harás pues solo es una pieza más de todas las que han fallecido por ti.

Ya solo quedas tu. El rey. Has sacrificado a tus peones aquellos a los que entrenaste durante años, tus torres las que tardaste tanto en construir, tus caballos que con tantos esfuerzos conseguiste domar, los alfiles que tantos buenos momentos te han dado y a tu reina, la niña de tus ojos, la que en un principio protegías con tanto ahínco entre los caballos, las torres, los alfiles y los peones.

Partes hacia la lucha contra el otro rey que por una pequeña casualidad del destino también está solo. Lucharás contra él hasta que ganes la partida, completamente solo pues has sacrificado a todas tus piezas.

Ganas la partida. Eras más inteligente y más sabio que él y lo consigues sin mucho esfuerzo. Sientes una pequeña emoción por la victoria, pero miras a tú alrededor y ves a todas tus piezas, las que te han protegido hasta el final muertas, destruidas. No sientes dolor, no lloras a tu reina, no le cierras los ojos a tus alfiles.

Lo único que importa es que has ganado la partida, el resto de las piezas no tienen ninguna importancia, puedes entrenar y construir otras y lo harás para poder jugar la siguiente partida.

La próxima vez jugaré con las negras.

Camina, camina, camina.

Ella camina. Lleva ya 300 kilómetros a su espalda y sus pies y sus deportivas lo empiezan a notar. Se para durante un segundo, un maldito segundo para mirar las suelas de sus muy costosas deportivas Nike. Como pensaba tiene la suela totalmente desgastada y ya le duelen los relieves que tienen las baldosas de las aceras. Pero ella continúa caminando. Quiere pararse en la primera tienda de deportes que vea y comprar unas deportivas nuevas para hacer otros 300 ó 400… pero no tiene ni una sola moneda con la que pagarlas.

Ella sólo puede caminar con sus destrozadas deportivas o bien hacerlo descalza, pero sabe que si camina descalza el camino será mucho más duro y los pies le dolerán muchísimo más. Se resigna y continua con sus destrozadas, pero aún fieles deportivas.

Camina… camina… camina.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Mediocridad

Este texto no es mio. Me lo susurraron el otro día al oído y me pareció perfecto... no recuerdo de quien es y la verdad es una lástima... disfutadlo de todos modos.


Su vida en una palabra estaba definitivamente trazada. No esperaba de ella ninguna sorpresa. Sabía que dentro de 10 o 20 años tendría que morirse y solo además como había vivido: solo desde que desapareció su madre y gozaba de esos años con la conciencia tranquila. Había ganado honestamente su vida sellando documentos durante un cuarto de siglo en el Ministerio de Hacienda, había evitado todos los problemas relativos al amor, el matrimonio, la paternidad. No conocía el odio, ni la envidia, ni la ambición, ni la indigencia y como a menudo pensaba, su verdadera sabiduría había consistido en haber conducido su existencia por los senderos de la modestia, la moderación y la mediocridad.

Como cada día

Ella se sienta en la silla de siempre como cada día. A su lado coloca su mochila, como cada día. Ya no tiene ganas ni fuerzas para volver a sacar sus apuntes y ponerse a estudiar, como cada día. Pasa sola demasiadas horas y se está volviendo loca… Se le ha olvidado lo que es reír hasta quedarse sin respiración y sin fuerza en las piernas. Se le ha olvidado lo que eran aquellos abrazos. Se le ha olvidado lo que era el sol…

Cada día que pasa es un día más que se adentra en ese desierto en el que solo hay dunas y dunas.

Como cada día, ella derrama un par de lágrimas.

Como cada día, ella continuará arrastrando su carro lleno de desilusiones.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Pulsa start.

Empieza la partida. Eres el protagonista del juego y tienes que superar una serie de obstáculos para llegar hasta el final. Los primeros niveles son muy fáciles y no te quitan ni un solo punto de vida.

A partir del nivel 10 la cosa cambia. Tienes que superar pruebas mucho más complejas a parte de completar misiones que van en paralelo al ritmo de la historia. Y ya no cuentas con ninguna ayuda. Ya no salen tantas setitas rojas de las interrogaciones cuando le das con la cabeza. Dar un paso es muy difícil pues no sabes cuando te va a salir un enemigo de donde menos te lo esperas. Pero también te encuentras con cosas gratificantes: los bonus son cada vez mejores con muchas más oportunidades para elegir.

Pasas todos los niveles como puedes, a veces te quitan muchas vidas de golpe porque no sabes como pasar un obstáculo y tardas en dar con ello pero nunca se termina la partida.

Llegas al último nivel: el monstruo final. Pones lo poco que te queda en dejarle a cero todos los puntos de vida que tienes pero…

Game Over. Pulsa start.

Tu juego ha terminado.