-Ya sabes que no puedes ser feliz a menos que seas desgraciada alguna vez, ¿verdad? - me dice susurrando, y su voz es áspera como si acabara de llorar.
-¿Cómo?
Me está clavando las uñas en los hombros y en ese momento me da un miedo terrible.
-Que no puedes ser verdaderamente feliz a menos que seas desgraciada alguna vez. Lo sabes, ¿no?
Triste, pero cierto supongo... jamás podríamos saber lo que es la felicidad si no sabemos lo que es el otro extremo...
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