lunes, 16 de agosto de 2010

Montañas

Después de subir montañas y montañas estaba muy cansada. No había tenido un descanso en su camino pese a todas las adversidades y al agotador esfuerzo que ha tenido que hacer desde que empezó a caminar.

Ahora está en la mitad de una larga y empinada montaña de la que no ve el final. Suda, tiene ampollas en los pies y en las manos pues muchas veces se tiene que ayudar de ellas para escalar. Después de todo el esfuerzo se da cuenta que puede pararse a descansar en un pequeño merendero que ha encontrado.

Se sienta y reflexiona: Sabe que le queda aun mucho camino que recorrer. Sabe que le quedan muchas más montañas que escalar, más largas y con más pendiente. Aun con todas esas certezas le asaltan dudas: ¿Merece la pena todo el esfuerzo? ¿Merecen la pena las ampollas, las llagas? ¿Merece la pena haber continuado dejando a todas las personas y objetos que se quedaron al subir la primera montaña en solitario? Para esas preguntas no tiene respuesta ninguna.
No quiere mirar atrás porque sabe que si mira y ve todo lo que dejó volverá sin ninguna duda.

Se cambia de deportivas y continúa la ascensión.

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