lunes, 18 de octubre de 2010

Ardores

Pedaleando velozmente por el camino, Jonás sintió un extraño orgullo por haber ingresado en el número de los que tomaban las pastillas. Pero por unos instantes volvió a recordar el sueño. El sueño había sido placentero. Aunque las sensaciones eran confusas, pensó que aquello que su madre llamaba Ardor le había gustado. Recordaba que cuando se despertó tenía ganas de sentir otra vez el Ardor.

Luego, de la misma manera que su casa desapareció tras él cuando dobló una esquina con la bici, también el sueño desapareció de sus pensamientos. Muy brevemente, sintiéndose un poco culpable, trató de recuperarlo. Pero las sensaciones se habían desvanecido. El Ardor ya no existía.

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