sábado, 23 de octubre de 2010

Mia...

Me despierto y me levanto de inmediato de la cama. Pienso en anoche y cuando hice una nueva lista de lo que quería hacer y ser. Mi marido está a mi lado camino del baño para irse a trabajar. Tal vez pueda subirme a la báscula para ver lo que peso esta mañana antes de que se dé cuenta. Ya estoy en mi mundo privado. Me pongo muy contenta cuando la báscula dice que tengo el mismo peso que anoche, y comienzo a sentir un poco de hambre. Tal vez se pare hoy; tal vez todo cambie hoy, ¿Qué proyectos tenía?

Tomamos lo mismo para desayunar; pero yo no me puse mantequilla en la tostada, ni nata en el café, y nunca repito (hasta que él sale por la puerta). Hoy me voy a portar bien, y sólo tomaré porciones predeterminadas de comida y no tomaré más de lo que debo. Tengo mucho cuidado de no comer más que él. Me juzgo por su cuerpo. Siento que aumento la tensión. ¡Quiero que él se de prisa y se vaya para poder comenzar!

En cuanto cierra la puerta de casa, intento volcarme en cualquiera de las miles de responsabilidades de la lista. Quiero arrastrarme a mi agujero. No quiero hacer nada. Me gustaría comer. Estoy sola; estoy nerviosa; no soy buena; siempre hago todo mal; no tengo el control; no lo conseguiré, lo sé. Llevo así mucho tiempo. Me acuerdo de los cereales que tomé en el desayuno. Voy al baño y me subo a la báscula. El mismo peso, pero ¡no quiero pesar lo mismo! ¡Quiero estar más delgada! Me miro en el espejo. Creo que mis muslos son feos y están deformados. Siempre hay algo mal en lo que veo. Estoy frustrada, atrapada en este cuerpo y no sé qué hacer.

Me deslizo hacia la nevera sabiendo con exactitud lo que hay. Empiezo con los pastelillos de chocolate y nueces de anoche. Siempre empiezo por los dulces. Al principio intento que parezca que nada falta, pero tengo mucho apetito y me decido a atacar de nuevo los pastelillos. Sé que queda la mitad de una bolsa de galletas en el cuarto de baño, vomitada anoche, y la despacho de inmediato. Tomo leche para suavizar el vómito. Me gusta la sensación de plenitud después de beber un vaso grande. Saco 6 rebanadas de pan y me preparo tostadas que unto con mantequilla. Me las llevo en un plato para ver la televisión y vuelvo por un cuenco de cereales y un plátano. Antes de acabarme la última tostada, ya me estoy preparando otras 6. Tal vez otro pastelillo o cinco, y un par de cuencos colmados de helado, yogur o requesón.

Tengo el estómago lleno y sobresale por debajo de la caja torácica. Sé que pronto tendré que ir al baño, pero quiero retrasarlo. Estoy en el país de nunca jamás. Espero, siento la presión, paseo por las habitaciones. El tiempo pasa. Se acerca la hora. Vago sin destino por las habitaciones, arreglándolas, limpiando toda la casa y ordenándola. Finalmente llego al baño, me abrazo los pies, echo el pelo hacia atrás y meto dos dedos en la garganta, tengo dos arcadas y vomito un montón de comida. Tres, cuatro veces y otra montaña de comida. Puedo ver salir todo. Me alegra ver los pastelillos porque engordan mucho. El ritmo de salida se interrumpe y comienza a dolerme la cabeza. Me levanto y me mareo, vacía, débil. Todo el episodio ha durado en torno a una hora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario