lunes, 11 de octubre de 2010

¿Felicidad?

Llevaba ya cuatro semanas sin tomar las pastillas. Le habían vuelto los Ardores y se sentía un poco culpable y avergonzado por los sueños placenteros que tenía por las noches. Pero sabía que no podía volver al mundo de no sentir nada en el que había vivido tanto tiempo.

Y su nueva sensibilidad exaltada llenaba un ámbito mayor que el de los meros sueños. Aunque sabía que parte de eso era debido a no tomar las pastillas, pensaba que la sensibilidad procedía también de los recuerdos. Ahora veía todos los colores, y además era capaz de retenerlos, de manera que los árboles y la hierba y los arbustos no dejaban de ser verdes mientras los miraba. Las mejillas sonrosadas de Gabriel seguían siendo sonrosadas incluso cuando dormía. Y las manzanas eran siempre, siempre rojas.

Ahora, gracias a los recuerdos, había visto mares y lagos de montaña, y arroyos que murmuraban en los bosques; y ahora veía de otro modo el ancho río de siempre, que corría junto al camino. Veía toda la luz y el color y la historia que contenía y arrastraba en sus aguas lentas; y sabía que había un Afuera de donde procedía y un Afuera adonde iba.

En esta vacación casual e inesperada se sentía feliz, como siempre en vacaciones; pero con una felicidad más profunda que nunca. Pensando, como siempre, en la precisión del lenguaje, Jonás se dio cuenta de que lo que estaba experimentando era una hondura de los sentimientos distinta. Había algo que los diferenciaba de los sentimientos que cada noche, en cada casa, cada ciudadano analizaba con parloteo interminable.

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