sábado, 9 de octubre de 2010

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La formación diaria siguió adelante, y ahora siempre incluía dolor. El suplicio de la pierna rota empezó a parecer un mero malestar a medida que el Dador, firmemente, poquito a poco, introducía a Jonás en el sufrimiento profundo y terrible del pasado. Cada vez, de pura bondad, el Dador remataba la tarde con un recuerdo de placer lleno de color: una travesía a toda vela por un lago verdiazul; una pradera moteada de flores silvestres amarillas; una puesta de sol anaranjada detrás de montañas.

No era suficiente para suavizar el dolor que Jonás estaba empezando a conocer.

-¿Por qué? -preguntó al Dador después de recibir un recuerdo torturante en el que se había visto abandonado y sin nada que comer, y el hambre le había producido calambres atroces en el estómago vacío y dilatado.Yacía sobre la cama, dolorido.

-¿Por qué tenemos que guardar estos recuerdos usted y yo?

-Porque eso nos da sabiduría -respondió el Dador.

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