viernes, 11 de marzo de 2011

Luz

Ella tenía la luz. Ese punto de luz que había iluminado su camino. Ese punto de luz que antes estaba en las paredes de aquellos largos y oscuros pasillos y que se apagaba y se encendía a su antojo. Ese punto que ahora es “suyo”. Ella tiene el punto de luz sobre la palma de la mano y puede iluminar lo que le plazca con él. Puede iluminar las paredes, el techo y lo más importante, los siguientes metros del pasillo.

Ella no sabe cómo utilizar la luz. Sí, la tiene, la posee y eso le la fuerza, le da poder. Pero, ¿de qué sirve tener la luz si no sabe utilizarla? Sólo la tiene en la palma de su mano pero no ilumina. No sabe cómo conseguir que la luz ilumine los recovecos del pasillo, no sabe como iluminar las paredes. En definitiva es como si no tuviera la luz.

Sin luz se siente vacía, sola y más alejada de su camino que antes, cuando la luz estaba en las paredes y aunque no pudiera jugar con ella la iluminaba.

Sin luz, ella no es nada.

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