miércoles, 9 de noviembre de 2011

Y nadie más


Y allí estaba ella, postrada en una cama, con un respirador y decenas de cables saliendo por su cuerpo controlando sus constantes vitales. No sentía que estabas sentado a los pies de su cama, mirándola. No sabía que llevabas allí días y días observándola, sin atreverte a acercarte más, sin atreverte a tocarla por miedo a que algunas de esas máquinas que sostienen su vida falle y la pierdas. Mientras la contemplas aquella máquina que controla su tensión y su pulso se dispara y comienza a pitar de una manera escandalosa. Te asustas porque sabes lo que va a pasar. Te acercas corriendo a la puerta para avisar a un médico pero cuando tienes la mano en el pomo te paras y piensas si no sería mejor que terminase ya. Terminar con su sufrimiento y el tuyo. Terminar con esa agonía que soportáis los dos.

Sólo tú puedes correr o quedarte ahí observándola.



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