Contemplaron la vista mientras Caris contenía la respiración. Todo Kingsbridge se extendía a sus pies, de norte a oeste: la calle principal, la zona comercial, el río y la isla donde se encontraba el hospital. El humo salía de cientos de chimeneas. Personas en miniatura se movían apresuradas por las calles, a pie, a caballo o en carro, con bolsas de herramientas, enormes cestas con alimentos o pesados sacos; eran hombres, mujeres y niños, gordos y delgados, vestidos con harapos o bien abrigados con caros ropajes, la mayoría de color verde o marrón, pero con destellos de azul eléctrico y escarlata. Esa visión maravilló a Caris. Cada individuo tenía una vida distinta, todas ellas ricas y completas, con dramas en el pasado y retos de futuro, recuerdos felices y penas secretas, y una multitud de amigos, enemigos y seres queridos.
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